viernes, 12 de diciembre de 2008

Navidad en Quibdó

Eran las siete de la noche y habíamos llegado de "Río Quito", un caserío cercano a Quibdó a la casa que se había organizado como depósito provisional. Estaba en esta ciudad húmeda desde casi la media noche del día anterior.
 
El viaje lo hice gracias a un bus que me trajo de Pereira, en un trayecto más largo de lo presupuestado, que había tenido a todos mis amigos de la organización preocupados pues la ruta significaba pasar por sitios donde la guerra estaba furiosa. La presencia de tantas cajas al comienzo y luego los juguetes que estaban a la vista pues se decidió a partir del segundo viaje de la avioneta que salía del aeropuerto de Pereira, que no se debería seguir cargando el cartón que servía de empaque, pero era "peso muerto". Entonces en la pista de parqueo del aeropuerto aparecieron muñecas, carros a control remoto, pinzas para el pelo, juegos infantiles de maquillaje, llaveros, herramientas, zapatos, sin empaque, que fuimos cargando en los viajes sucesivos a Quibdó en una avioneta pequeña que si bien resultó barata, no fue la más económica, pues en una bodega del aeropuerto se quedó una gran cantidad de elementos, en especial las herramientas y también una romería de cosas que vieron los niños del barrio de Quibdó a donde fueron llegando todas esas fantasías. 
Mis colegas de organización, tuvieron tiempo de ir organizando en Quibdó en la casa que se dispuso todos los elementos que se recibieron de la organización del Estado que se encarga de organizar, adjudicar y distribuir los elementos que nos informaban había sido decomisado a los contrabandistas.
Esto significa un beneficio para quienes a la postre recibieron estas cosas no pedidas por ellos, pero le sirve de paliativo, no importa que el líder del grupo le dijera a sus amigos, que eso era su donación, “chicaniando” con lo ajeno. Es un negro fantoche, que llegó cansado y tal vez con alguna envidia por mi éxito con los niños en el ejercicio de la distribución de esos elementos en especial a niños que fueron convocados por líderes comunales en ese caserío al que me llevaron de avanzada.

Al llegar a la casa dispuesta, se notó que en el día anterior mientras yo viajaba desde la ciudad de Pereira hasta Quibdó, mis amigos les había distribuido regalos a los vecinos de la cuadra, y claro al vernos llegar nos saludaron con reverencia pidiendo que les diéramos alguna “binchita”, como decía una negrita de unos siete años, cubierta con un vestido que apenas la cubría, pues estaba descocido y raído. Ella parecía venir de lejos. Quien sabe de que barrio, a donde llegó la voz que había una casa, llena de juguetes para los niños. 
El bullicio era gigantesco. Eran muchos niños y jóvenes que reclamaban se les diera algún regalo. El líder del grupo con suficiencia y presumiendo que yo acataría su instrucción eficientemente, me ordenó que despachara todos los participantes del tumulto que se había organizado espontáneamente en le frente de la casa, después que alguno sin proponérselo rompió uno de los vidrios de la ventana, que permitía ver desde afuera que sucedía dentro de la casa.
Salí a la puerta y miré el cielo oscuro que presumía lleno de nubes como es lo normal en esta región de Colombia, pero unos días atrás Willis , me había dicho que Quibdó disfruta de un verano asoleado de aproximadamente cinco días al año. Era la época. Y no muy lejos de allí existe un sitio que se llama Tutunendo, en donde se ha registrado unos niveles de lluvias tales que se considera el primero en el mundo. 
Mi sorpresa fue encontrar una estrella, en pequeño claro que dejaron las nubes. Como aún no me había orientado, no sabía cual era, de que constelación formaba parte. Este lucero estaba en medio de una abertura pequeña que permitían las nubes dejar verla. Pero el bullicio de tantos niños me sacó de mi abstracción momentánea y algunos me cogían el pantalón para llamar mi atención; otros lo hacían con mi camiseta, con cuidado claro, pero con firmeza para tratar de convencerme de salir con algunos regalos. Entre nuevamente a la casa y me dijeron. A los niños de este barrio ya les dimos regalos. Claro ellos no caían en cuenta que la noticia de los regalos había recorrido todas las calles de Quibdó y si bien no todos los niños podían estar, era una manifestación que imploraba por un regalito.

Salí nuevamente y aún estaba la estrella en medio de ese espacio dejado por las nubes. Seguramente no había mucho viento y se me ocurrió una idea que me podía poner en riesgo de ser burlado, o de inclusive recibir algún golpe por burla. Pero me arriesgué. Les pedí silencio. Les advertí que si no se silenciaban no podría darles el regalo. Entonces entre ellos ayudaron a que ningún niño abriera la boca para seguir pidiendo. Cuando ya estaban callados y en silencio, les dije que después de recibir el regalo todos tendrían que irse en silencio para sus casas, sin ningún reclamo, pues no podrían reclamar por el regalo. Entonces solté la frase más inesperada: - Le regalo a cada uno de ustedes esa estrella que está en medio de esas nubes. Todos voltearon a mirar y en ese mismo instante pasó un satélite que alumbrado por el sol a la altura que va, no importa que en ese sitio esté de noche pero para ese aparato el sol aún lo alumbra. Mi corazón palpitó de emoción, pues yo no esperaba que pasara por allí ese aparato de fabricación humana y cumpliera esa cita inesperada que se me ocurrió en el último momento, como una acción para desalojar la calle polvorienta y estrecha de este rincón del mundo, que no sabe que muy alto vuelan esos aparatos. Para todos esos niños y niñas, ver una estrella caminado en una rendija del cielo era algo que los sorprendía. Nunca habían recibido de regalo una estrella que se estuviera moviendo. Todos se quedaron quietos y mudos. Seguramente algunos recordaron la estrella de la navidad que había orientado a los magos hasta encontrar el niño Jesús. Pero esa estrella que no merecía explicación, era un satélite que sirvió de regalo a estos niños que cumpliendo el compromiso de irse en silencio para sus casas, se desaparecieron del frente de la casa-bodega. 

Tal vez si averiguo por la hora, el día y el lugar puedo identificar cual fue el regalo que pasó por el cielo, pero no me quiero comprometer con los dueños de ese aparato, que en este mundo consumista y materialista me cobrarían por haberles robado su satélite que pasó por encima de las cabezas de esos niños y que en forma de estrella lo recibieron y se fueron contentos, tal vez o asustado otros seguramente pues acá se viven algunos mitos, miedos y hasta agüeros que los llevó rápidamente hasta sus casas.

¿Qué les dirían a sus papás? – Me acaban de regalar una estrella. ¿-Estrella, el nombre de alguna vecina? Diría algún adulto. ¿Cuál estrella? Con eso no se compra. Váyase a dormir negro y deje de inventar cuentos.

Al regresar al interior de la casa, el grupo de coordinadores, el líder y sus acompañantes no sabían que había pasado en la puerta de la casa. En todo caso había desaparecido el bullicio y yo estaba muy contento de haber compartido el mejor regalo de navidad que había dado en toda la vida.

Gabriel Eduardo Cortés Rincón


http://pwp.etb.net.co/fdrojas/Ciudades/Quibdo.htm